El trigo, los olivares, los viñedos, el olor a humo de
encina, el cuerpo fértil de la higuera, el granado, los cerezos… La música de
los jilgueros cantarines, las inquietas golondrinas, los descarados gorriones,
el canto de las alondras… Aromas y belleza que nos llegan de las jaras, los
cantuesos, los mastranzos que crecen junto al arroyo, los lirios, las amapolas
o de los tiestos de albahaca y los jazmines…Todo esto, dicho así, de tirón,
suena a cursi, a pasado de moda, pero que le vamos a hacer; por suerte, algunas
veces, me surge el poeta contemplativo que, también, soy. Y, de vez en cuando,
regreso a San Juan de la Cruz o a Juan Ramón Jiménez o me acerco a Tagore y a
otros poetas orientales y crece mi mirada pictórica. Esa mirada que me hace
penetrar en el paisaje y lograr, a veces, la simbiosis con la naturaleza que se
proyecta a mi interior.
Aún
es
primavera.
Jarales y cantuesos
perfuman
el
nadaire y
el silencio.
Sobre
el mar de la tierra
plena de luz
evaporando olores
mi
corazón caliente
germina
con los trigos.
(De Breviario Poético de oraciones rotas)
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