ESPIRITUAL
Aquí te siento cerca, sentada junto a mi,
bajo estos soportales de postes centenarios,
mientras se me suaviza el alma bajo el denso silencio
y se excitan mis ojos ante el eterno paisaje.
Aquí no existe el tiempo. Todo se ha detenido:
la brisa que te habla, la pureza del cielo,
la salve entre los labios…Esos susurros quedos
que escapan de la ermita y bajan al arroyo
que duerme bajo el cerro; al río casi seco
que arrastrará promesas y culpas pertinaces
que buscan su perdón, que siempre van dejando
junto al altar sus lágrimas.
Aquí no existe el tiempo. Aquí te siento cerca
bajo la penumbra fresca de tejas y cañizo,
bajo la piedra escrita a golpes de cincel
que aún guarda los ecos de lejanas victorias.
Y cuando comience a andar el camino de vuelta,
contigo dejaré, escritas en pizarra,
las culpas que recuerde, las amargas derrotas
y el corazón cubierto bajo estos soportales,
antes de regresar de nuevo hasta la vida.
Aquí te siento cerca, sentada junto a mi,
bajo estos soportales de postes centenarios,
mientras se me suaviza el alma bajo el denso silencio
y se excitan mis ojos ante el eterno paisaje.
Aquí no existe el tiempo. Todo se ha detenido:
la brisa que te habla, la pureza del cielo,
la salve entre los labios…Esos susurros quedos
que escapan de la ermita y bajan al arroyo
que duerme bajo el cerro; al río casi seco
que arrastrará promesas y culpas pertinaces
que buscan su perdón, que siempre van dejando
junto al altar sus lágrimas.
Aquí no existe el tiempo. Aquí te siento cerca
bajo la penumbra fresca de tejas y cañizo,
bajo la piedra escrita a golpes de cincel
que aún guarda los ecos de lejanas victorias.
Y cuando comience a andar el camino de vuelta,
contigo dejaré, escritas en pizarra,
las culpas que recuerde, las amargas derrotas
y el corazón cubierto bajo estos soportales,
antes de regresar de nuevo hasta la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario