OLOR A EDAD
Un hervidero de aliento se acerca
los domingos por la tarde
con abrazos obligados, simulacros
de amor y de suspiros que se alejan
dejando atrás algunos ecos habitables.
Huele a edad en el asilo, a tristeza
que se enrosca en los respaldos de las sillas,
a pasado expuesto en las vitrinas
y a soledad macerada por recuerdos
que derraman su humedad
en la blancura de los Clinex.
Huele a edad en el asilo, a espacio de reposo,
a desenlace inevitable demorado…
Y ,de cuando en cuando,
algún anciano abandona su tristeza
dejando su presencia ineludible,
su esencia rezagada,
entre el olor a edad y a sopa de Avecren,
pegada al vacío de alguna silla.
Huele a edad en el asilo; a tristeza, a desenlace…
Huele a edad en el asilo. A edad y a últimos deseos.
Un hervidero de aliento se acerca
los domingos por la tarde
con abrazos obligados, simulacros
de amor y de suspiros que se alejan
dejando atrás algunos ecos habitables.
Huele a edad en el asilo, a tristeza
que se enrosca en los respaldos de las sillas,
a pasado expuesto en las vitrinas
y a soledad macerada por recuerdos
que derraman su humedad
en la blancura de los Clinex.
Huele a edad en el asilo, a espacio de reposo,
a desenlace inevitable demorado…
Y ,de cuando en cuando,
algún anciano abandona su tristeza
dejando su presencia ineludible,
su esencia rezagada,
entre el olor a edad y a sopa de Avecren,
pegada al vacío de alguna silla.
Huele a edad en el asilo; a tristeza, a desenlace…
Huele a edad en el asilo. A edad y a últimos deseos.
***
LA CARPINTERÍA
( A la carpintería de Juanito Cano)
Polvo mas polvo - niebla en los cristales-,
olor espeso a tintes y barniz
que carga el aire, penetrando en la nariz.
Presiden la pared diosas vestales
en viejos y caducos calendarios;
sierras, martillos y formones,
cepillos entre muslos y pezones,
conformando el viejo mobiliario.
Monótono, incansable en su quejumbre,
fiel cada día, corta las horas
el son chirriante de la aserradora
que extiende su alfombra sobre el suelo:
cálidas virutas, piel de madera
condenada a cubrir la estercolera.
***
CAMPOS DE ORTIGA
( A Reyes Huertas, in memóriam.)
He vuelto a pasear por la alameda
que bebe del Ortiga;
por su verde de marzo, sus riberas,
y he escuchado un viento de campanas
que baja de la torre de la iglesia.
Las luces de cristal del agua serpentean
bajo el puente de la carretera,
-camino ayer, antes humilde sendero-
que une el pueblo y la aldea.
Y llega del olivar un poema de tristeza
que se acrisola en las aguas
de alguna fuente serena:
a los Campos del Ortiga - blasón de almas desiertas-
se asoma la primavera.
He cerrado los ojos. He sentido
el latir de una canción de aldea;
la presencia, la humildad de un hombre,
¡la sangre de la raza corriendo por mis venas!
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